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“El diario de Armando” #YSBLF – Capitulo 10

  • Foto del escritor: Fan YSBLF !
    Fan YSBLF !
  • 23 oct 2018
  • 8 Min. de lectura


El domingo en la mañana era toda calma, todos descansaban por lo agitado de la noche anterior, la fiesta se extendió hasta el alba, la madrugada fue agitada, Armando y Marcela como siempre terminaron discutiendo, ella había notado las miradas que él le dirigía a Betty, aunque nunca fueron respondidas, a ella se le veía muy feliz hablando con Jerónimo, María y Claudio.

Jerónimo estaba muy animoso con Beatriz, bailaron toda la noche, realmente ambos la habían pasado muy bien, incluso se apartaron un momento para ver el amanecer en el lago, hablaron más íntimamente y se conocieron un poco más, esto por otra parte no hizo muy feliz a Armando, quien estuvo a punto de hacerle una pataleta de aquellas monumentales si no porque Mario lo detuvo e hizo entrar en razón, ya estaba muy borracho y no media ni sus comentarios, ni su actuar, así que junto con Marcela lo acostaron.

El martilleo en su cabeza no lo dejaba dormir, Armando pedía gritos un sal de frutas, ese sobre mágico que le aliviaba los guayabos, siempre compraba una caja para esos paseos, se levantó con mucho cuidado para evitar despertar a Marcela que dormía a su lado y salió, en la cocina se preparaba un café bien cargado, mientras esperaba mezclo su elixir con agua para calmar la culpa, mientras bebía miraba el lago y empezó a recordar su actuar de ayer, se sentía avergonzando pero no perdía la rabia que le provoco verla con Jerónimo, eso lo había indignado y herido en lo más profundo, pronto su café estuvo listo y se sentó en la mecedora de la terraza a beber, a pensar, en el regazo coloco su diario, intentaría escribir algo para pasar el tiempo.

Betty acababa de abrir los ojos, reviso su celular, tenía varias llamadas pérdidas de su papá, le marco.

Be. Hola papá, buenos días, como amanecen?

DH. Bien mija y usted? Como le ha ido por allá, han sido respetuosos los muchachos?

Be. Si papá, muy amables todos. Y mi mamá, cómo está?

DH. Bien mija, hoy se levantó temprano para atender el jardín, sabe que esas flores son sus otros hijos…

Be. Jajajaja me imagino, bueno papá, me le mando un beso, yo muero de hambre, y ya huele a café así que deben estar desayunando, no quiero hacerles el desplante.

DH. Bueno mija, ya sabe mucho juicio… Betty, a qué hora llega hoy?

Be. Creo que estaremos saliendo después de almuerzo papá.

DH. Listo mija, me llama cuando vaya saliendo para estar pendiente, alguna cosa le mando a Alberto a que la busque.

Be. Listo papá…

DH. Mija antes que se me pase… Michel nos llamó.

Be. Y qué quería?

DH. Hablar con usted, me dijo que tiene muchas cosas que explicarle, no supe la verdad que decirle.

Be. Tranquilo papá, yo… yo lo resuelvo después, hablamos, Cuídese.

Betty iba en sudadera y una blusa de tiras blanca holgada, no llevo nada muy abrigado ya que los días habían sido cálidos, llego a la cocina pero para su sorpresa no había nadie, pero si café recién hecho, se sirvió un poco mientras miraba a la nada, la llamada de hace un rato la dejo pensativa, miraba el lago a través de la ventana, le generaba cierta paz, tranquilidad.

Pensaba en Michel, en el día que lo conoció, estaba en el Jaime Duque celebrando el cumpleaños de Aura María con un picnic, jugaban Volleyball cuando tratando de alcanzar el balón tropezó con él, su sonrisa iluminaba, eso fue lo que más le impacto, además que fue realmente amable… - detrás de ella se siente el ruido de una silla, la trae de nuevo al presente – era Armando que intentando sorprenderla, tropezó.

Ar. Hola…

Be. Hola.

Ar. Dormiste bien?

Be. No… no he dormido nada, tenía hambre y pensé que ya estaban desayunando, sentí el olor a café.

Ar. Uhmmmm… ese era yo, me dolía demasiado la cabeza.

Be. Era de esperarse por como bebiste anoche

Ar. Sí, me pase.

Be. Algo – contesto seria mientras bebía otro sorbo – te quedo bien.

Ar. Gracias. Betty… creo que debemos hablar.

Be. Créeme en estos momentos es lo que menos deseo hacer.

Ar. Entonces? No podemos fingir que no paso…. Que no dijimos nada

Be. Si puedes, hazlo, porque ahora no es momento, nos pueden ver… y hablamos después, necesito caminar.

Ar. Beatriz para… - Betty salió de la cocina se dirigía al lago –

Se sentó en la orilla, puso su café a un lado mientras se acomodaba, Armando la miraba desde la cocina, decidió no forzarla, se recogió la sudadera hasta las rodillas e introdujo sus piernas en el lago, el agua estaba cálida, nuevamente empezó a recordar el día en que Michel le pidió ser su novio.

Llevaban meses saliendo y por más que se propiciará el momento, ninguno llegaba al anhelado beso, fue después de casi un mes de estar saliendo que volvieron al parque Jaime Duque, allí hicieron un picnic debajo de un gran roble, el sol estaba radiante, Michel servía sidra y comían algunos masmelos mientras hablaban uno al frente del otro, Betty se embarro un poco de polvo de masmelos, y Michel se acercó a quitárselos, lo hizo con tal sutileza que el tacto apenas lo noto, se miraron fijo mientras sonreían y sonriendo se besaron.

Mientras recordaba Betty sonreía, eso le causo curiosidad a Armando, no pudo evitar seguir la luz que ese gesto encendía.

Ar. Puedo hacerte compañía? Prometo no hablar… - Betty lo miro en calma y asintió –

Nuevamente bajo la mirada, mientras meneaba sus pies bajo el agua, su mirada de melancolía era totalmente extraña, a Armando le fascinaba descubrir cosas nuevas en ella, pero sabía que su sentir tenía dueño, nombre y apellido, y le dolió pero en un sentido más romántico, más poético, anhelaba ser el dueño entero de sus pensamientos, de sus emociones, de ella, esa estúpida obsesión que su alma desarrollo tan inesperadamente en Cartagena, lo dominaba, no podía concentrarse en nada más, se está convirtiendo en una desastre ambulante, pero le daba sentido a su vida, Betty era su imán.

Ar. Te sientes bien?

Be. Más o menos…

Ar. Puedo preguntarte qué pasó?

Be. Michel, estuvo en mi casa y hablo con mis padres… quiere verme. – Armando suspiro angustiado –

Ar. Y tú quieres verlo?

Be. No lo sé

Ar. Bueno eso es un “No”, así que pienso que sí quieres. – La intranquilidad se apoderaba de su cuerpo, sentía desesperar –

Be. En serio, no lo sé, siento que debo hacerlo pero me da miedo.

Ar. Miedo? Por qué?

Be. Porque lo he amado por tanto tiempo, que no sé si ya deje de hacerlo.

Dicho esto se instauro un silencio que solo era adornado por el canto de las aves y los grillos de alrededor, ambos miraban el amanecer, el frio iba disipando la tensión entre ambos, se sentían cómodos uno al lado del otro, Armando sentía tanta complicidad que sentía que podía decirle de todo en ese momento.

Ar. Betty… Sabes, siempre he tenido la rara sensación que nunca he vivido, solo existido, como si siguiera un libreto que alguien más escribió, siempre hago lo que se supone que debo, lo que los demás quieren o esperan de mi – dijo sonriendo triste – no es gracioso? Todos me aplauden mi vida, dicen que anhelan tenerla y yo siento este inmenso vació, este sin sentido tan feo, y cuando por fin llega eso que puede mover mi vida, sacudirla, simplemente no puedo tomarlo. – Betty lo mirada con atenta dulzura –

Be. Puedes vivir tanto como quieras Armando, no le debes nada a nadie.

Ar. No puedo, de hacer lo que quiero muchas personas estarían defraudadas.

Be. Entonces, se supone que no las defraudes a ellas, pero si a ti?

Ar. Debo hacerlo, tengo una vida que ya fue planeada.

Betty sintió tanta ternura en ese momento, que sin siquiera pensárselo le tomó el rostro con ambas manos obstruyendo así el camino de sus lágrimas, él la miro y ella le contesto con la sonrisa más hermosa que habría podido dedicarle a cualquier otro ser humano, es esa sonrisa que dice – Te entiendo y te amo – lo beso en la frente, en su par de ojos, y en su boca ya salada por las lágrimas que lograron llegar, Armando sintió tanta amor en ese gesto, que su corazón iba a mil por horas provocando que se enrojecieran sus mejillas, la abrazo fuerte y la atrajo a él, besándola sin dudas ni pudor mientras sus lágrimas continuaban su curso, le dolía sentirse tan atado a una vida que no quería, a una vida que no pidió pero sobre todo a una vida sin ella.

Be. Quieres nadar?

Ar. Con este frio?

Be. Si vamos!

Ar. Pero no traje bañador.

Be. No importa… vamos!

Betty se lanzó al agua, al tiempo que chapoteaba para mojar a Armando, él la miraba risueño, eran un par de enamorados viviendo, al fondo los miraba Jerónimo algo confundido por la escena, en todo el fin de semana si acaso se habían dirigido la palabra y ahora parecían dos niños jugando. Mario escucho las risas a la distancia y vio como atento Jerónimo miraba la escena, Betty realmente le había encantado, no solo era una chica hermosa, era divertida e inteligente, lo poco se había en el mercado.

MC. Qué paso hermano?

Jero. No sé, aquí viendo que parecen más que amigos.

MC. Bueno yo no veo nada del otro mundo, Betty es así con todo el mundo, es muy divertida.

Jero. Sí, pero no creo que a Marcela le haga gracia verlos tan divertidos.

MC. Marce no tiene por qué enterarse Jero – dijo intimidante –

Jero. Tranquilo Mario, no lo digo porque vaya a decir algo, es porque ahí viene.

Marcela se detuvo a las afueras de la habitación de Patricia, estaba esperándola para ir a desayunar juntas, mientras hablaban de todo lo que había pasado la noche anterior entre ella y Mario.

MC. Pilas Jero! Métase de cabeza hermano, yo las distraigo.

Jerónimo llego lo más rápido y sin hablar se zambulló, Armando y Betty quedaron desconcertados por la intromisión.

Ar. Eh… Hola Jero.

Jero. Qiubo, Marcela se acaba de despertar, va para la cocina con Patricia. – dijo mirándolo culposo –

El gesto de Armando se ensombreció al tiempo que nadaba tan rápido como podía a la orilla, verlo huir de esa manera dejo a Betty sin habla, al parecer sus despedidas siempre eran imprevista y rápidas.

Jero. Dormiste bien? – Pregunto como si nada pasará –

Be. Si – contesto triste –

Jero. Vamos a desayunar – dijo moviendo la cabeza –

Be. Vamos.

Marcela acababa de llegar a la cocina, al tiempo que Armando tomaba un taza de café riendo con Mario.

Mar. ¡Buenos días! – Dijo dándole un beso que Betty vio – Estas todo mojado… qué pasó?

Ar. Jero, Betty y yo estábamos nadando un rato y me vine ahora los deje solos un rato – dijo mirando pícaro – Betty lo escuchó –

Be. Buenos días, como amanecen? – Le dirigió una mirada dura, Armando bajo la suya avergonzado –

Ar. Bueno los dejo, voy a cambiarme antes que me dé un resfriado… permiso. – dijo pasando entre Marcela y Betty –

Mar. Muy bien Beatriz, aunque como veo no mejor que usted…

Pat. Esta sí que no pierde el tiempo – dijo en susurro – todos la escucharon – marcela reía divertida por el comentario –

Betty la miro indignada, Jerónimo y Mario las acribillaban con la mirada pero quisieron ser prudentes y no echarle más fuego a la situación así que callaron.

Be. Permiso, me voy a secar. – lloraba –

Se sentía estúpida, no podía creer que estaba volviendo a lo mismo, a sentirse utilizada, ultrajada, aun no sanaba lo de Michel y ya Armando le hacía el mismo daño, no entendía que era esa fuerza que Armando tenía sobre ella que la movía, la invitaba a vivir, le devolvía esa pasión, la ilusión, el amor.

Por su lado Armando golpeaba con todas sus fuerzas la pared de su cuarto, precisamente ahora que había logrado conectar con ella, de pronto se le dio por sacar el desgraciado que tiene adentro, el rencor, el dolor empezó a surgir en palabras.

“Ajena mía,

Mientras nos besábamos, ambos teníamos los ojos cerrados, y decidí abrir un poco los míos, y te vi, te vi besándome con tanta ternura. ¡Carajo! ¡Se veía lindísimo! En ese momento no pude evitar sonreír, en ese momento caí en cuenta que ya me había enamorado.

En ese instante lo pensé dos veces y te elegí en ambas, perdóname Ajena, por jugar, por no ser claro, por herirte así.

Besándote.

Encontrándote

Amándote

Teniéndote

Rozándote

Inspirándome

Zaciandome,

Sí, con Z.

Te amo”.

Cerró su diario y se cambió en silencio, ese día por más que busco su mirada no la encontró, estaba herida. Ella recordaba ese momento, fue tan real, no podía creer la capacidad de fingir que tenía Armando, sentía sus miradas, pero decidió ignorarlas, asegurándose que ese día sería el comienzo del fin.


CONTINUARÁ.

 
 
 

1 Comment


jaqueline yunjae
jaqueline yunjae
Mar 30, 2019

Que malo. Ya sabia que la haria sufrir. Pobre Betty

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